La última generación de zombies vendría a través de la influencia de Resident Evil, videojuego que no necesita presentación, y que daría el salto a la gran pantalla en 2002 convirtiéndose en un título de referencia para los seguidores de los zombies cinematográficos (aunque a mi me parece una porquería de película, pero eso ya es aparte). También en 2002 aparecería “28 días después”, con lo que podemos considerar este año como el punto de arranque de un concepto ligeramente diferente de zombie. Ahora el zombie no es exactamente un muerto que emerge pútrido desde su sepulcro, sino que es un humano enfermo que al morder extiende la plaga a sus congéneres. De esta forma, se sustituye el concepto de “horda” por el de “plaga”, el verdadero enemigo es invisible, es el virus que utiliza a los zombies como meros vehículos de transmisión. Esta nueva generación de zombies nacidos al amparo del bioarmamento se puede permitir nuevas licencias, como zombies más rápidos y letales, en lugar del clásico y torpón muerto tambaleándose y emitiendo lamentos. Además, como no son exactamente cadáveres, son más fáciles de eliminar, y por lo general basta con causarles un traumatismo que afecte a su sistema nervioso, como un disparo en la cabeza o un fuerte golpe en la sien, en la nuca o en la espina dorsal. Estos nuevos zombies ya no vienen de los cementerios sino de los laboratorios, con lo que a mi entender pierden un poco de ese glamour gótico y sepulcral, ese aire a moho y a decrepitud, ese asomarse al abismo tremendo y romántico. En cualquier caso, los zombies, con cambios o sin ellos, siempre estarán ahí. ¿Por qué? De nuevo, acudo a la sabiduría de La Polla Records:
No podéis hacer nada contra mí,
queréis anularme pero yo estoy muerto,
y sabéis que un muerto
no puede morir,
¿ahora qué?
¿Ahora qué?
¿Ahora qué me váis a hacer?
queréis anularme pero yo estoy muerto,
y sabéis que un muerto
no puede morir,
¿ahora qué?
¿Ahora qué?
¿Ahora qué me váis a hacer?
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