martes, 27 de noviembre de 2007

Mi salvadora


Oh, mi nunca bien ponderada pastilla azul,
tú que alejas la tormenta que se cierne sobre mis sienes,
tú que alivias los relámpagos que surcan mis nervios ópticos,
tú que aplacas el timbal de mis meninges,
a ti todo te lo debo, tú eres verdadera fuente de sabiduría,
a ti te alabo, destructor de mi dolor.
Siempre estás ahí, el tuyo es consuelo efectivo,
solución de mi problema, pastilla azul, te amo.
Cuando las descargas se desatan por mi testa,
desbocadas mis circunvoluciones,
llegas tú, vengador de mis neuronas,
y me otorgas conciencia más allá de la del propio dolor.
En esos aciagos momentos
en los que el menor atisbo de luz no es sino rayo hiriente,
tú me concedes tu don, me traes a la normalidad,
o más bien me rescatas de ella.
A ti te canto, ¡oh Naproxeno Sódico!
Droga del paraíso
En tus brazos añiles me encomiendo
cuando ruge la migraña en mi interior.

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