miércoles, 16 de abril de 2008

Hegel y la Estética


Como no ando sobrado de tiempo, pero quiero volver a darle vidilla al blog, haré como un buen directivo televisivo, y meteré rellenos recalentados. Aquí va un comentario que acabo de encontrar en las tripas del ordenador en el que le doy un minirrepaso al Absoluto, a nuestro rotundo idealista germánico predilecto, a Hegel, en esta ocasión criticando su idea de la "muerte del arte" sacada de su obra "Introducción a la Estética".
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Realizar una crítica de la teoría estética de Hegel es enormemente arduo y complicado ya que, siendo como es Hegel el gran pensador de sistema, para objetarle su estética es necesario dejar lejos la propia obra de Introducción a la Estética y acudir a su fundamentación en lo más esencial del corpus filosófico hegeliano. Es por ello que, no pudiendo llevar a cabo esta exhaustiva tarea por falta de tiempo, de espacio, de conocimientos, y, salvo una poco probable iluminación, de capacidad y ánimo, voy a intentar enfocar esta escueta crítica a Hegel no desde su propia filosofía sino desde el campo que intenta analizar: la estética, entendida a grandes rasgos como plasmación de la capacidad humana de la poiesis, de la acción creadora de sentidos.

La teoría estética hegeliana es indisociable de su propio sistema filosófico, se halla plenamente inserta en éste, trasladando al campo estético la teleología propia de su pensamiento. De ahí que podamos hablar de la “finitud” del arte, en cuanto que la filosofía hegeliana propugna su necesaria superación en la medida en que las formas artísticas se vayan perfeccionando como vehículo de representación del Espíritu. Esta perfección y superación del arte se realiza en tres grandes movimientos, que se corresponden con las formas estéticas que Hegel denomina como simbólicas, clásicas y románticas. Sin embargo, es preciso señalar previamente que la concepción estética de Hegel toma como objeto a tener en consideración lo creado por el ser humano, relegando a la naturaleza, por bella que nos pueda resultar, a un nivel inferior. Este hecho es capital, ya que para Hegel estética y poiesis son, por lo tanto, indisociables, la una nace de la otra. La poiesis es la capacidad humana de creación de formas y sentidos, ya sean ex nihilo o mediante la adición o dislocación de sentidos y significaciones previas. Esta poiesis para Hegel deviene, explicado de manera tremendamente simplista, de la trascendental relación de la Razón humana con el Espíritu. Que la poiesis sea factible gracias al Espíritu o como expresión de éste, puede ser tremendamente criticable, como de hecho se le criticó, pero eso no resta un ápice de valor a la actitud hegeliana de poner el acento fundacional de lo estético exclusivamente sobre la capacidad humana. No es posible la estética sin que medie el acto poiético, y esto es algo que hoy en día se sigue, afortunadamente, suscribiendo, aún cuando Hegel aparezca a lo lejos como un vetusto monolito derribado. Asimismo la evolución de las formas artísticas que propone Hegel (simbólico, clásico, romántico) no puede desecharse por completo en cuanto que realmente constituye una periodización relativamente válida del sentido de lo estético.

En cualquier caso, podemos, y de hecho debemos, criticar y despojar la estética hegeliana de aquellos elementos que hoy nos pueden resultar injustificados, tal como su teleología, que configura un arte determinado por el Espíritu y que, analizado detenidamente, no parece dejar sitio a una auténtica poiesis, en la medida en que la poiesis, llevada como concepto a sus consecuencias últimas, es incompatible con cualquier tipo de determinismo finalista, ya que se sustenta en una esencial libertad. Hegel soslaya esta cuestión, ya que para él la incompatibilidad poiesis/determinismo teleológico no parece ser tal, en la medida en que la creación del artista es producto tanto de su libre voluntad poiética como de la expresión del Espíritu. Esta última instancia es la que introduciría el problema del determinismo. Una concepción del final del arte en la que este final sea consecuencia necesaria es contradictoria con la misma esencia poiética de lo estético, que no admite determinismo finalista alguno. Es en este punto en el que la teoría estética de Hegel parece flaquear frente a una poiesis a la que le hemos atribuido como característica esencial la capacidad de crear ex nihilo, de construir y reconstruir sentidos. Es por ello que la muerte del arte que propugna Hegel no puede llegar a producirse, si bien esta idea ha calado hondo en la cultura occidental e, irónicamente, ha sido fuente de diversas interpretaciones, lecturas, críticas y, en consecuencia, también fuente de nuevos procesos poiéticos inspirados en la propia muerte del arte. Por su propia dinámica actual, el arte podría llegar tal vez a una muy discutible muerte por “hipertrofia” o por “disolución” (entendiendo “muerte” de manera diferente, casi opuesta, a lo sugerido por Hegel), pero el arte, la estética, no llegará, debido a sus propias cualidades intrínsecas, a una muerte por agostamiento o por consumación en sentido hegeliano.

1 comentario:

Lic. Gabriela Balkey dijo...

excelente, dan ganas de mas.