miércoles, 16 de abril de 2008

Seguimos a vueltas con la estética y la poièsis: Castoriadis

Más sobras recalentadas. Al hilo con el anterior post, y dedicado a Devin Town, quien sufrió bastante más que yo al amigo Castoriadis, aquí dejo otro comentario rescatado de las entrañas de mi ordenador. Comentario del artículo "Ventana sobre el Caos" (¿O era el de "Tiempo y Creación"? Ya no me acuerdo, Devin, y parece que fue ayer) del grecofrancés Cornelius Castoriadis:

-------------------------------------

Castoriadis plantea una pregunta sobre el arte como vis formandi, como creación ex nihilo y como forma sobre fondo. Una forma de cosmos y un fondo de caos. El caos y el cosmos, desorden y orden, se entremezclan dentro de la gran obra de arte, son indisociables pero pertenecen a esferas distintas. La obra se sustenta y se erige sobre el caos, pero como forma que es exige un orden, es la materialización de un cosmos. De esta forma el arte consigue reunir a dos aparentes opuestos, dos contrarios como son el caos y el cosmos. En el mismo punto aparentemente inalcanzable en el que caos y cosmos se tocan, ahí exactamente tiene lugar la obra de arte, edificándose sobre ese mismo punto, sobre el nexo de unión entre estos dos conceptos aparentemente antagónicos.
La gran creación, la gran obra de arte, no puede sustentarse sobre la simple idea del arte como mímesis, como apropiación de lo ya existente. Castoriadis señala que la obra de arte no imita realmente a nada, sino que crea ex nihilo, ya que la esencia del arte descansa sobre la experiencia de lo nuevo, de lo no experimentado antes. Es por ello que la mímesis pura y dura no tiene lugar en la gran obra de arte, ya que esta gran obra de arte crea un imaginario nuevo, define nuevos límites y marca nuevos sentidos. Este proceso de creación no puede tener lugar si no es ex nihilo, es decir, si tan solo se limitara a reproducir lo ya dado. Aunque toda creación tome elementos de la realidad, siempre los toma como materia, pero la forma es siempre nueva, portadora de nuevos sentidos, dislocando los ya existentes. Es aquí donde entra en juego la idea de poièsis, de creación. Castoriadis indica que el propio Platón afirmaba en El Banquete que la poièsis es hacer pasar algo del no-ser al ser.
Castoriadis se fija especialmente en la tragedia griega como máximo exponente de esta poièsis, y afirma que la gran obra de arte es, realmente, cerrada, no requiere de nada más, está clausurada sobre sí misma, es un cosmos completo. Ante una gran obra de arte el placer que experimentamos es diferente de cualquier otro, porque no va acompañado de deseo, simplemente se basta por sí solo. Es una satisfacción desinteresada, tomando palabras de Kant. Castoriadis se remite nuevamente a la tragedia griega. Por encima de cualquier otro género, la tragedia está ya prefigurada, el espectador ya sabe lo que va a pasar, no existe la tensión proveniente de la curiosidad sobre cómo tendrá lugar el desenlace. Los protagonistas trágicos no son autores de sus destinos, sólo actores de los mismos. ¿Y cuál es entonces la finalidad de la gran creación artística? Castoriadis recurre a Aristóteles. El fin es un fin purificador, casi médico, es la idea de “katharsis”, una depuración de las pasiones. Para Castoriadis el arte nos da la impresión de acceder a la verdad del ser humano, pero se pregunta: “¿Qué verdad?”
Es aquí donde toma sentido la “ventana sobre el caos”. Este es el papel de la obra de arte, el de ser una ventana sobre el caos, una manera de asomarse al abismo, acercarse a algo que es difícil definir con palabras, que sólo se puede “mostrar”, pero no “demostrar”, como decía Wittgenstein. Castoriadis vuelve a la “Katharsis”, a un afecto indescriptible y específico. La gran obra de arte supone enfrentarse con un abismo en el cual se han entrecruzado infinitas posibilidades de forma. Esta infinitud del sentido es la que garantiza que la “muerte del arte” que ya anunciara Hegel no es posible, no pueden darse las condiciones necesarias para que el arte “muera”. Hablar de la muerte del arte es, de este modo, una contradicción en los términos, es como hablar del límite de lo infinito, o mejor dicho, de lo indefinido, ya que ni siquiera estamos hablando de algo que pueda ser cuantificado y medido.
Las bases sobre las que se apoya el sentido de una obra de arte no son plenamente racionales. La famosa máxima hegeliana de “todo lo racional es real, todo lo real es racional” no tiene sentido dentro de los parámetros de la estética, y si esta máxima tuviera vigencia real, el propio Hegel ni siquiera la podría haber formulado, ya que se hubiera limitado a sí mismo como el creador de pensamiento que él mismo era; el propio “cosmos”, el orden, estaría clausurado sobre sí mismo, inamovible y estático, sin dejar ni un solo resquicio a la creación, a la poièsis. Como señalaba Castoriadis en su texto “tiempo y creación”, precisamente porque no existe una voz que clama tras las nubes ni un lenguaje del Ser, podemos hablar de voces que claman tras las nubes y de lenguajes del Ser.

Hegel y la Estética


Como no ando sobrado de tiempo, pero quiero volver a darle vidilla al blog, haré como un buen directivo televisivo, y meteré rellenos recalentados. Aquí va un comentario que acabo de encontrar en las tripas del ordenador en el que le doy un minirrepaso al Absoluto, a nuestro rotundo idealista germánico predilecto, a Hegel, en esta ocasión criticando su idea de la "muerte del arte" sacada de su obra "Introducción a la Estética".
--------------------------------

Realizar una crítica de la teoría estética de Hegel es enormemente arduo y complicado ya que, siendo como es Hegel el gran pensador de sistema, para objetarle su estética es necesario dejar lejos la propia obra de Introducción a la Estética y acudir a su fundamentación en lo más esencial del corpus filosófico hegeliano. Es por ello que, no pudiendo llevar a cabo esta exhaustiva tarea por falta de tiempo, de espacio, de conocimientos, y, salvo una poco probable iluminación, de capacidad y ánimo, voy a intentar enfocar esta escueta crítica a Hegel no desde su propia filosofía sino desde el campo que intenta analizar: la estética, entendida a grandes rasgos como plasmación de la capacidad humana de la poiesis, de la acción creadora de sentidos.

La teoría estética hegeliana es indisociable de su propio sistema filosófico, se halla plenamente inserta en éste, trasladando al campo estético la teleología propia de su pensamiento. De ahí que podamos hablar de la “finitud” del arte, en cuanto que la filosofía hegeliana propugna su necesaria superación en la medida en que las formas artísticas se vayan perfeccionando como vehículo de representación del Espíritu. Esta perfección y superación del arte se realiza en tres grandes movimientos, que se corresponden con las formas estéticas que Hegel denomina como simbólicas, clásicas y románticas. Sin embargo, es preciso señalar previamente que la concepción estética de Hegel toma como objeto a tener en consideración lo creado por el ser humano, relegando a la naturaleza, por bella que nos pueda resultar, a un nivel inferior. Este hecho es capital, ya que para Hegel estética y poiesis son, por lo tanto, indisociables, la una nace de la otra. La poiesis es la capacidad humana de creación de formas y sentidos, ya sean ex nihilo o mediante la adición o dislocación de sentidos y significaciones previas. Esta poiesis para Hegel deviene, explicado de manera tremendamente simplista, de la trascendental relación de la Razón humana con el Espíritu. Que la poiesis sea factible gracias al Espíritu o como expresión de éste, puede ser tremendamente criticable, como de hecho se le criticó, pero eso no resta un ápice de valor a la actitud hegeliana de poner el acento fundacional de lo estético exclusivamente sobre la capacidad humana. No es posible la estética sin que medie el acto poiético, y esto es algo que hoy en día se sigue, afortunadamente, suscribiendo, aún cuando Hegel aparezca a lo lejos como un vetusto monolito derribado. Asimismo la evolución de las formas artísticas que propone Hegel (simbólico, clásico, romántico) no puede desecharse por completo en cuanto que realmente constituye una periodización relativamente válida del sentido de lo estético.

En cualquier caso, podemos, y de hecho debemos, criticar y despojar la estética hegeliana de aquellos elementos que hoy nos pueden resultar injustificados, tal como su teleología, que configura un arte determinado por el Espíritu y que, analizado detenidamente, no parece dejar sitio a una auténtica poiesis, en la medida en que la poiesis, llevada como concepto a sus consecuencias últimas, es incompatible con cualquier tipo de determinismo finalista, ya que se sustenta en una esencial libertad. Hegel soslaya esta cuestión, ya que para él la incompatibilidad poiesis/determinismo teleológico no parece ser tal, en la medida en que la creación del artista es producto tanto de su libre voluntad poiética como de la expresión del Espíritu. Esta última instancia es la que introduciría el problema del determinismo. Una concepción del final del arte en la que este final sea consecuencia necesaria es contradictoria con la misma esencia poiética de lo estético, que no admite determinismo finalista alguno. Es en este punto en el que la teoría estética de Hegel parece flaquear frente a una poiesis a la que le hemos atribuido como característica esencial la capacidad de crear ex nihilo, de construir y reconstruir sentidos. Es por ello que la muerte del arte que propugna Hegel no puede llegar a producirse, si bien esta idea ha calado hondo en la cultura occidental e, irónicamente, ha sido fuente de diversas interpretaciones, lecturas, críticas y, en consecuencia, también fuente de nuevos procesos poiéticos inspirados en la propia muerte del arte. Por su propia dinámica actual, el arte podría llegar tal vez a una muy discutible muerte por “hipertrofia” o por “disolución” (entendiendo “muerte” de manera diferente, casi opuesta, a lo sugerido por Hegel), pero el arte, la estética, no llegará, debido a sus propias cualidades intrínsecas, a una muerte por agostamiento o por consumación en sentido hegeliano.

viernes, 11 de abril de 2008

Vuelve el Blog

Tras este larguísimo parón, he decidido que voy a intentar poner en marcha de nuevo este pequeño rincón del ciberespacio. Tengo bastante poco tiempo desde que comencé a socavar desde dentro los cimientos del poder establecido. En cualquier caso, volveremos a dar guerra. Un saludo, y que la fuerza os acompañe.